Uno de los pilares fundamentales de la actual relación asistencial es el principio de autonomía. Las personas tienen el derecho legítimo de poder decidir qué tipos de tratamientos desean o rechazan. Ahora bien, también está ampliamente aceptado que para ello es condición indispensable disponer de un cierto grado de competencia para decidir, esto es, la capacidad mental que se muestra a través de aptitudes y habilidades psicológicas suficientes que garanticen que es una decisión razonada y razonable. Esta cuestión ha sido frecuentemente discutida y analizada en el ámbito sanitario. Una crítica usual ha sido que de manera habitual este tema se ha enfocado desde una perspectiva funcional, biologicista, ciñéndose a los aspectos psicológicos.


El libro de Camillia Kong, Mental Capacity in Relationship. Decision-Making, Dialogue, and Autonomy, aporta una nueva mirada sobre esta temática.