Dentro del panorama actual de la bioética hay que saludar la reciente aparición de Bioética mínima, una brújula moral que aún llega a tiempo para enseñar a navegar en eso que puede considerarse como una “marea bioética”. Arrastrados por su corriente, hoy son legión los que se acercan a la inundatoria maraña de publicaciones periódicas de uno u otro signo tratando de salir a flote. Existe un riesgo sincero de ahogarse en medio de tanta publicación, o de no llegar a buen puerto. Navegar en mar abierto, a veces a contracorriente, exige el concurso de buen tino, buena orientación y no poca sabiduría práctica. Lo cual significa que ni todo está en nuestras manos, ni existe una fórmula geométrica que nos evite el baño de inmersión. Pero en lo que depende de nosotros, puede resultar de gran ayuda dotarse de la experiencia y el conocimiento que todo buen navegante ha de poseer para ponerse a salvo del oleaje que tanto zarandea. Este parece ser el propósito de Bioética mínima, una obra que, como inicialmente sugiere el título, nos invita a recorrer mentalmente una singladura “ligeros de equipaje” para no naufragar en el alborotado mar de los problemas de la bioética, un mar que circunstancial e imprevisiblemente ha venido a agitarse algo más debido a la pandemia por COVID-19 y al propio confinamiento.